En una época en la que todo tiende a desmaterializarse y en la que el imperio de las pantallas sucede al del papel, nosotras decidimos escribir un cuaderno utilizando la piedra como soporte.

Contra el vertiginoso relevo de los textos sobre la brillante superficie de móviles y tabletas, elegimos la fijeza de la tinta sobre la quietud del mineral. Contra el centelleo de la información que (más allá de su calidad o del crédito que merezca) se replica y se desplaza incesante sobre una marabunta de píxeles, la calma meditativa de un texto único que exige del lector un ejercicio físico tanto como mental. Girar la piedra para recorrer la espiral descendente de las palabras, soportar el peso entre las manos, apreciar la textura y el color, comporta un ejercicio de atención múltiple. Nos sitúa ante una textualidad que se propone a la vez como un ejercicio intelectual y sensual.

Si la sensualidad de la piedra nos remite al mundo de la naturaleza de la que procede, al efecto combinado del tiempo y del oleaje, los textos nos llevan al mundo de una cultura que se ha ido alejando cada vez más de lo natural. MEDITACIÓN #184 EL CUADERNO DE PIEDRA

es, pues, y quizá antes que nada, un objeto de codificación paradójica que re-inscribe el grafo de la cultura sobre la materia virgen en un intento de suturar la brecha abierta por los desmanes de la razón instrumental. Es, por tanto, un objeto ritual.