COLLIGE, VIRGO, ROSAS

Durante 31 días del año 2014, en Benarés, dedicamos las primeras horas de la mañana a elaborar con flores la fecha en la que estábamos. Al atardecer, cogíamos una barca y lanzábamos al Ganges esa escultura humilde de la fugacidad y de la necesidad de recoger las rosas del tiempo que se nos concede. Al fondo de las fotografías, a la orilla, se ven algunos de los ghats donde los lugareños encienden las piras en las que arden sus muertos.

La madre Ganga del hinduismo lleva en su nombre el sello de la rapidez con la que el río se desplaza sobre el cauce del tiempo. La palabra “Ganga”, reiterada con una unción reverencial en las múltiples ceremonias que tienen lugar en sus margenes, procede de la palabra sánscrita “gánga”, que significa “va, va”. Pocos lugares del planeta nos hacen sentir de una forma tan intensa la rapidez con la que el río heraclitano sobre el que cabalgamos acude al encuentro con su ser-para-la-muerte. Emblema a un tiempo de la finitud y de la exaltación del momento, las fechas que elaboramos dejan testimonio de la paradoja de la vida-muerte que nos habita y que nos compele a encarnar el oxímoron de un optimismo de la finitud.